Artículo de revisión

DOI: 10.31766/revpsij.v39n2a2

Antecedentes del apego, tipos y modelos operativos internos.


Antecedentes del apego, tipos y modelos operativos internos


Sabrina González Santana ORCID

Hospital de Día Infanto-Juvenil de Gran Canaria, Islas Canarias. msgonsan@gobiernodecanarias.org. sabrinags17@msn.com Email

Revista de Psiquiatría Infanto-Juvenil (AEPNYA), Vol. 39 Núm. 2 (Enero - Abril, 2021), Pag: 2-15. ISSN: 1130-9512 | E-ISSN: 2660-7271


Recibido / Received: 07/10/22
Aceptado / Accepted: 05/06/22



RESUMEN

La conceptualización del apego y la explicación teórica que lo avala ha sido una enorme contribución para la comprensión del desarrollo humano, ocupando así un lugar destacado en la historia de la psicología.

Los seres humanos creamos vínculos emocionales; y lo que facilita que se desarrollen y se mantengan lo denominamos representaciones mentales (de uno mis-mo y de los demás —modelos operativos internos—), ayudándonos así a entender el mundo y reaccionar adecuadamente, a predecir y comprender los sucesos, a iniciar y mantener conductas que favorecen la supervivencia (como el mantenimiento de vínculos) y a sentirnos seguros.

En este capítulo tratamos de abordar cómo surge y ha evolucionado esta teoría, qué tipos de apego existen y se exponen las bases de los modelos operativos internos, núcleo fundamental para la comprensión de la importancia del apego.

Palabras clave: Apego, modelos operativos internos, tipos de apego.


ABSTRACT

The conceptualization of attachment and the theoretical explanation that supports it has been an enormous contribution to the understanding of human development, thus occupying a prominent place in the history of psychology.

Human beings create emotional bonds that faci-litate the development and maintenance of what we call mental representations (of ourselves and of others -internal operating models-), thus helping us to understand the world and react appropriately, to predict and understand the events, to initiate and maintain behaviors that favor survival (such as maintaining bonds) and to feel safe.

In this chapter we try to address how this theory arose and has evolved, what types of attachment exist and the bases of internal operating models, main foundation for understanding the importance of attachment, are exposed.

Keywords: Attachment, internal working models, types of attachment.




ANTECEDENTES DEL APEGO


1. Antecedentes históricos

La teoría del apego, descrita inicialmente por J. Bowlby, es una de las entidades teóricas del desarrollo socioemocional más desarrollada y consistente. Se considera uno de los pilares de la psicología actual, con gran impacto en las teorías y estudios realizados posteriormente sobre las relaciones humanas. Ha experimentado modificaciones desde sus inicios (finales de los 50), nutriéndose tanto de las detracciones como de las contribuciones que la han ido dotado de mayor solidez (1) .

El interés de Bowlby por los trabajos de investigadores como Lorenz (que estudiaba la impronta de la figura materna en algunas especies de aves), Harlow (que realizaba estudios con madres inanimadas en monos Rhesus) y Spitz (que estudió a niños en situaciones de privación materna), así como por la observación propia de los problemas emocionales presentes en niños institucionalizados, lo llevaron a plantear que estos niños presentaban grandes problemas en crear y sostener vínculos cercanos, relacionándolo con la falta de una figura de referencia fuerte con la que generar un sólido apego durante la infancia (generalmente la madre). Esto le permitió teorizar sobre las condiciones del establecimiento del vínculo madre-hijo, exponiendo la hipótesis de que existe una necesidad fundamental y básica para el desarrollo de la identidad y comportamiento de un niño. Esta necesidad primordial que describe es el vínculo sano que se genera entre un bebé y su madre, que asegura la protección y supervivencia del niño (2).

Bowlby se alejó de las formulaciones teóricas del psicoanálisis que reducían el vínculo madre-hijo a un afecto interesado por la alimentación, y en el marco de la etología planteó que la generación del apego era instintiva e incluía conductas adaptativas al medio, no siendo una pauta comportamental predefinida, sino modificable, condicionada por el contexto ambiental y las respuestas recibidas (3).

2. Conceptos básicos sobre el vínculo de apego:

a) El modelo de Bowlby. La definición original de Bowlby (4) de la conducta de apego hace referencia a cualquier comportamiento o conjunto de comportamientos, que generan que un individuo tenga y mantenga la cercanía con otro al que se considera especial, en términos de preferencia y al que se le atribuyen características de fortaleza y sabiduría. Este otro “individuo” se corresponde con la figura de apego y tiene una serie de funciones básicas: mantenerse en la proximidad, ser base segura para permitir la exploración y espacio que asegura el refugio, alivio y defensa ante peligros.

Bowlby propuso un modelo basado en la existencia de cuatro sistemas de conductas interrelacionados: “sistema de conductas de apego, sistema de exploración, sistema de miedo a los extraños y sistema afiliativo”, cada uno con una función biológica particular (1).

b) Concepto de sistema. Un sistema es, en la teoría del apego, un repertorio de conductas que tienen por objeto dar satisfacción a una necesidad. Estas conductas llevan aparejadas emociones. Cada sistema puede ser puesto en marcha por estímulos internos o externos (5):

  • El sistema de conductas de apego incluye todos los comportamientos que pueden generar que se mantenga la cercanía y el contacto de la figura de apego (p.e., sonreír o llorar) y se ponen en marcha cuando se incrementa la distancia con dicha figura o se captan señales de peligro. El objetivo de este sistema es retomar la proximidad con la figura de apego.

  • El sistema de exploración hace referencia a las conductas para reconocer e investigar el entorno. Se relaciona con el anterior sistema, de tal manera que cuando se activa el sistema de apego, se desactiva el de exploración.

  • El sistema de miedo a los extraños está estrechamente ligado al de apego, activándose a la par y desactivando el sistema de exploración.

  • El sistema afiliativo hace alusión al carácter social que nos empuja a acercarnos e interactuar con los demás, aunque no se tengan lazos afectivos.

c) Apego y Modelos Operativos Internos. Cuando hablamos de apego, nos referimos a las distintas conductas que se van activando y desactivando, con sus características particulares que vienen condicionadas por el contexto y las circunstancias que lo provocan (1). Según Bowlby, estas conductas estarían prediseñadas para reducir el malestar y conservar una sensación segura. En condiciones normales y con un apego de funcionamiento normal, si se diese una situación atemorizante, el niño puede expresar el malestar y obtener una respuesta sensible por parte de la figura de apego, que le permitirá minimizar el impacto del temor generado (6). La búsqueda innata de protección ante las amenazas se regula por lo que se denomina Modelos Operativos Internos (MOI), derivados de las experiencias de apego concretas (ver apartado específico). Estos modelos incluyen una serie de experiencias y expectativas que se generan a partir de experiencias tempranas y se van a organizar en función de la disponibilidad y respuesta que la figura de apego haya presentado, así como de la capacidad de generar comportamientos de ayuda en otros. Estos modelos surgen antes del desarrollo del lenguaje y de la maduración de estructuras cerebrales necesarias para la memoria explícita, por lo que se codifican en la memoria implícita (7, 8).

d) Seguridad como regulador emocional. Fonagy (9) explicita que la sensación de seguridad es clave en el sistema de apego, siendo esta experiencia de seguridad el objetivo fundamental del desarrollo del mismo. A su vez, va a permitir ser un regulador de la experiencia emocional. Las experiencias que se van teniendo con el cuidador en los primeros años de vida son representadas y añadidas en la memoria en forma de modelos operativos internos. Según Bowlby, cada individuo confecciona sus propios modelos, del mundo y de sí mismo. Bajo estos modelos captan lo que acontece a su alrededor, realizan previsiones de futuro y generan planes. Estas experiencias tempranas son fundamentales para determinar los criterios sobre cómo se establecen las figuras de apego, los lugares en los que se pueden encontrar y lo que cabe esperar de ellas. Con esto surge la conceptualización de figura central y figuras subsidiarias, siendo, estos conceptos, clave en la teoría del apego.

e) Alteración del apego. Bowlby incorpora en el concepto del apego argumentos que justifican el hecho de que los humanos tiendan a formar firmes vínculos con personas elegidas para tal fin, que se mantienen en el tiempo y también que la disfunción de este vínculo (en su formación o mantenimiento) puede generar una importante alteración en las emociones, e incluso, psicopatología (5). La teoría del apego incluye, en sí misma, una teoría motivacional, por lo que es sencillo comprender el impacto de las relaciones de apego, ya que sus componentes (sistema de apego, MOIs, figura de referencia…) van a condicionar la construcción y funcionalidad de la personalidad de un individuo (10).

f) Fases de la construcción del apego (modificado de Gago ( 11 )):

- Del nacimiento a las 6 primeras semanas: Fase de pre-apego: El bebé acepta, sin selección, a cualquiera que le provea de comodidad; a través de la sonrisa o el llanto, determinados genéticamente, busca el acercamiento y contacto físico de los otros. También responde a estímulos de los demás. Reconocimiento muy rudimentario de la madre, demostrando preferencia por la voz de ésta frente a la de cualquier otro adulto, pero aún no existe apego como tal.

- De 6 semanas a 6 meses: se produce la construcción y reconocimiento de la figura de apego. El niño presenta ansiedad cuando se le separa de los otros, pero no especialmente con la falta de la madre, aunque comienza ya a orientar su conducta y a responder de forma más concreta a ésta.

- Seis meses a 3 años: comienza la experimentación y regulación del apego:

  • Fase de apego propiamente dicho. De 6 a 18-24 meses: Vínculo materno destacado, manifestando su malestar cuando ésta no está. Al 8º mes puede rehusar a la interacción con otros, anhelando sólo estar con la mamá. El objetivo prioritario es captar la atención materna y que esté todo el tiempo presente.

  • Formación de relaciones recíprocas. A partir de los 18-24 meses, el niño comienza a comprender la madre no se ausenta de forma definitiva, logrando calmarse. Con la aparición del lenguaje y de la capacidad de representar mentalmente a la madre puede predecir su retorno. En esta etapa, si sus madres les explican el motivo de su marcha y por cuánto tiempo será, son capaces de llorar menos que a los que no se les dice nada. Al final del primer año se internaliza la relación de apego; esto aporta estabilidad en el niño y también en la familia. Comienzan a manifestarse las funciones primordiales del apego en la conducta del niño: la proximidad a la figura de apego, la búsqueda del refugio ante la amenaza y la base segura desde la que explorar.

- Tres años - adolescencia: activación del apego: la figura de apego se percibe como “distanciada”, lo que provoca respuestas complejas para evitar la separación. Es un proceso cualitativamente diferente del enfado o la rabia. En esta etapa se desarrollan el lenguaje y la capacidad de mentalización. Empiezan a ver el mundo desde la perspectiva de sus interacciones con los pares y con ello se facilita el desarrollo de las habilidades para la creación y mantenimiento de relaciones

- Adolescencia: desapego, duelo y re-apego: Se produce el desapego de las figuras parentales, lo que provoca una sacudida con reacciones diversas. El adolescente sufre “la pérdida” y debe aprender a tolerar el duelo. Posteriormente se dará el re-apego a nuevas figuras (tanto adultos como pares)

- Vida adulta: apego entre pares: En pareja se presenta el apego entre iguales, no muy común en la infancia. Puede incluir relaciones sexuales.

g) La respuesta sensible del cuidador. Un aspecto destacable en la teoría del apego es que la respuesta sensible de la figura de apego es un organizador psíquico muy importante. Estudios a nivel de neurobiología del desarrollo señalan que la resiliencia del individuo va a depender, en gran medida, de las vivencias de apego en los primeros años de vida; y estas van a condicionar los patrones vinculares posteriores. Ainsworth reportó que la condición primordial, para que estos apegos afectivos se den, es la existencia de una respuesta sensible del cuidador, que incluiría darse cuenta de que el bebé está expresando algo, interpretarlo y dar una respuesta rápida y adecuada. Esta respuesta es muy importante, a lo largo de la vida, ya que permite evocar un sentimiento de integración del self y de autovaloración, de ser reconocido, en todos los aspectos, y válido, merecedor de atención lo que facilita una respuesta de colaboración mutua y amor (12). Blatz, mentor de Ainsworth, planteó que para que el niño pueda separarse, explorar, instruirse y elaborar un sentimiento de capacitación propia ante los obstáculos, debe sentir seguridad (12). Éste es el fenómeno que Mary Ainsworth y sus colegas denominaron «usar a la madre como una base segura desde donde explorar» (5).

h) Características del vínculo. Existen tres características básicas que explican la creación del apego y de los vínculos entre padres e hijos (13):

  1. Sintonía. Los estados internos de padres e hijos se encuentran en armonía.

  2. Equilibrio. El bebé se regula en función de la sintonía existente con los padres; tanto sensaciones como emociones y estados mentales.

  3. Coherencia. El niño adquiere el sentido de integración y conexión con los otros mediante la relación con los progenitores.

Las conductas de apego se generan de forma innata, en nuestro sistema nervioso central, dando seguridad al niño. Este tratará de buscar refugio y consuelo en el progenitor cuando alguna situación le haga sentir mal. Esta sensación de seguridad y cercanía se asimilará como modelo de base segura, siempre que se responda de forma sensible a las demandas del niño. Y así, como adulto, tendrá capacidad de autorregulación, de tener conexión con otros, pedir y recibir ayuda.

i) Figuras de apego central y subsidiarias. Distintas figuras de apego: apego múltiple. De forma general la figura de apego central corresponde a la madre, quien proporciona los cuidados. El niño busca esta figura para nutrirse física y emocionalmente, así como ser cuidado (2). Al hallarla, busca estar cerca y obtener la ansiada seguridad; este patrón persiste con el resto de las figuras de apego a lo largo de la vida.

Bowlby (14) defendió que la conducta de apego tiende a focalizarse en una figura en concreto, hacia la que genera sentimientos de posesión, utilizando el término monotropía para definirlo (2). La hipótesis inicial de Bowlby y Ainsworth enfatizaba la función materna. No obstante, a mediados de los 70, los interesados en el apego empezaron a preguntarse por la relación del niño con su padre. Uno de los primeros fue Michael Lamb, alumno de Ainsworth. Mediante la observación de niños pequeños, Lamb (15) encontró que las comunicaciones que hacían éstos para solicitar cuidado, no variaban cuando eran dirigidas a padres o madres (16).

La tradición psicoanalítica, base de la formación de Bowlby, daba una relevancia muy especial a la vinculación con la madre, explicando el planteamiento de la monotropía. También, los estudios etólogicos parecían confirmarlo. En este sentido, Kotelchuck (17) diseñó una situación de laboratorio similar a la Situación Extraña, pero en la que eran dos los adultos que participaban con el niño. Aplicada a otros grupos culturales, con mayor implicación paterna en la crianza, las preferencias por la figura materna desaparecen (18).

Aunque lo frecuente es que un niño que quiera consuelo busque a su madre, para otras situaciones puede escoger a otras figuras de apego, entre ellas, al padre. Los papás representan figuras fundamentales en el día a día del bebé. Observaciones realizadas durante el nacimiento han evidenciado que éstos responden de la misma manera que las madres a las señales del bebé, mostrando similares respuestas y sensibilidad. Sin embargo, cuando estamos ante un bebé de pocos meses sí hay diferencias claras entre ambos progenitores, con mayor respuesta por parte de las madres. Esta respuesta y mayor predisposición materna parece fruto de la mayor dedicación de tiempo, extendido culturalmente (15,19). Madres y padres emplean el tiempo con sus hijos en actividades diferentes. Las madres se centran más en los cuidados básicos (físicos) y en mostrarle afecto. Los padres se dedican más a realizar actividades lúdicas. Incluso juegan con el niño de forma diferente. Ellas les hablan más, les proporcionan juguetes e inician juegos de socialización convencionales como el "cu-cu-trás", y los papás se dedican más a los juegos físicos y de mayor actividad. Es comprensible que los niños elijan a sus madres para ser consolados y a sus padres para jugar (5).

En relación con las figuras subsidiarias, Ainsworth (20), citada por Maldonado & Carrillo (21), se refiere a los hermanos mayores “como las figuras subsidiarias más frecuentes, después del padre”, por el papel de responsables que cumplen cuando faltan los progenitores. Apenas existen estudios sobre la relación de apego entre hermanos. Habitualmente, los hermanos mayores proporcionan a los pequeños las atenciones que darían las madres. O que los hermanos se utilicen, en situaciones extrañas o desconocidas, unos a otros como base segura o de consuelo. Incluso la ansiedad de separación de las figuras de apego es menor si hay un hermano presente. Carrillo (22) determina que el hermano mayor constituye una figura de apego subsidiaria, funcionando como elemento fiable y base segura desde la cual poder conocer el mundo.

Más allá de esto, las investigaciones han ido proporcionando información sobre la función de otros cuidadores distintos al cuidador principal. Howes, Hamilton & Althusen, citados por Howes (23), explicitaron tres características que facilitan el reconocimiento de las relaciones de apego con múltiples cuidadores. La primera, el cuidador proporciona cuidados en el plano físico y en el emocional. La segunda, el cuidador se mantiene presente, durante los primeros años de vida del niño, de forma continuada y consistente. Y tercera, “el cuidador se compromete e invierte emocionalmente para conseguir el bienestar del niño”. Estas condiciones presentes en la vinculación entre otros cuidadores y el niño permiten afirmar y confirmar que estamos ante una relación de apego real, a diferencia de otro tipo de relación que el niño pueda llegar a desarrollar con otras personas que le rodean.

Aunque Bowlby (3) admitió que un niño puede vincularse afectivamente con distintas personas, pensaba que estaba predispuesto a generar un vínculo especial con una figura principal, y que este apego sería cualitativamente diferente del establecido con otras figuras secundarias. Esto le llevó a considerar que lo más favorable para el niño era establecer un lazo afectivo principal con la madre, y que, de otra manera, ser criado y atendido por varias personas, no era lo más adecuado. El propio Bowlby (24) no sostuvo esta primera postura en escritos posteriores.

j) Patrones de interacción. John Byng-Hall, terapeuta familiar cercano a Bowlby, formuló el concepto de guiones familiares (25). Se presentan como patrones de interacción que son utilizados en función de la situación particular que se esté dando. Estos guiones se elaboran a partir de vivencias repetidas de guiones similares. Según Byng-Hall (26), la familia es una base segura para que el individuo se desarrolle, proporcionando una red disponible y fiable de relaciones de apego. La experiencia intrafamiliar generada orientará la reflexión y la interpretación de las mismas, que condicionarán los comportamientos vinculares. Para este autor hay dos factores relacionados con una base segura familiar: por un lado, la importancia de las relaciones de apego y el cuidado del otro como prioridad familiar y por otro, el apoyo familiar mutuo en la atención a los demás.

Los datos de diversos estudios sobre cuidadores a tiempo parcial (cuidado alternativo) resaltan la complejidad de este tema, lo que dificulta generalizar sobre el impacto del cuidado alternativo en la conexión entre niños y padres. Sin embargo, parece imposible decir que este tipo de cuidados implica necesariamente una mayor posibilidad de inseguridad en esta relación. En lugar del cuidado de los padres, la calidad del cuidado brindado a los niños parece determinar la seguridad del apego. Si están bien atendidos y les ofrecen tiempo a sus hijos para que interactúen es probable que no se presenten problemas emocionales (5).

Hasta el día de hoy, no hay duda de que mientras los cuidadores de los niños sean sensibles y amables con ellos, pueden establecer vínculos de apego con diferentes personas.

Por otro lado, que existan varias figuras de apego puede ser muy favorable para el niño, propiciando el desarrollo de situaciones complejas como la experiencia de los celos, el uso de la imitación como herramienta de aprendizaje, contribuyendo a una estimulación más rica y variada. Incluso, en caso de necesidad, por la enfermedad grave o el fallecimiento de alguna de las figuras de apego, supondría un beneficio (27,1).

k) Apego hacia el padre - apego hacia la madre. Un meta-análisis realizado por Fox, Kimmerly y Schafer (28), que evalúa el tipo de apego mostrado hacia padre y madre mediante la utilización de la Situación Extraña, ofrece datos muy completos sobre la coincidencia entre los tipos de apego con las diferentes figuras. Los resultados contradicen hallazgos previos (29), demostrando que no hay diferencias claras entre el apego generado hacia ambos progenitores. Cuando, en la Situación Extraña, un niño muestra un apego seguro, es muy probable que se mantenga esta reacción, sea acompañado por la madre o por el padre. Una hipótesis que explicaría este hecho es que la Situación extraña pone a prueba el “modelo interno activo” que se ha generado en la interacción con la figura de apego principal, y que es distinto del generado con otras figuras ajenas. En esta línea, no se ha encontrado esta concordancia entre figuras principales y figuras ajenas a la familia (28). Una segunda hipótesis plantea la similitud en los patrones de interacción que padre y madre mantienen con el niño. Según esto, la semejanza entre apego establecido con ambos progenitores reflejaría la parecida respuesta que madres y padres tienen hacia el niño así como un estilo compartido de crianza. “En conclusión, estilos similares de interacción llevarían a tipos de apego también similares”(1). Una tercera, y última, hipótesis se refiere a “la influencia que el temperamento del niño puede tener sobre el establecimiento del tipo de apego” (30).

No queda claro si alguna de estas hipótesis o la conjunción de las mismas es la correcta, lo que sí se puede afirmar es que en el análisis se debe incluir: características propias del niño, de sus padres y de sus patrones interactivos, así como los modelos internos elaborados en la relación con la figura principal (1).

TIPOS DE APEGO

En los sesenta, algunos autores como Schaffer y Emerson (31) destacaron la importancia de la sensibilidad y la capacidad de repuesta de los progenitores ante las necesidades del niño en la generación del vínculo durante los dos primeros años de vida.

A su vez, Mary Ainsworth, estudió las características de la relación (en este caso, madre-hijo) y su peso en la generación del apego, confirmando además la relevancia de la sensibilidad y receptividad materna a las llamadas del niño. Para ello elaboró una situación experimental, la Situación Extraña ( 32), que examina cómo las conductas de apego y las exploratorias se van alternando y equilibrando en condiciones estresantes. La Situación Extraña es una situación preparada para testar estas conductas que se describe en el capítulo de evaluación (ver apartado específico de este monográfico). A partir de los resultados obtenidos con esta prueba era evidente que “el niño usa a su madre como una base segura para explorar , y que ante cualquier peligro o amenaza, se pone en marcha el sistema de apego y disminuyen y/o desparecen las de exploración” (1).

Para Ainsworth había diferencias claras entre las conductas individuales manifestadas por los niños durante la prueba, describiendo así tres patrones en los que catalogar tales comportamientos, relacionados directamente con distintos patrones de apego. Posteriormente, Main y cols (33) añadieron otro patrón a esta primera clasificación. Actualmente se contemplan los siguientes tipos de apego:

1. Niños de apego seguro. Para estos niños las madres son una base a partir de la cual explorar. En la situación de prueba cuando la madre se iba de la sala, el comportamiento de exploración iba disminuyendo, mostrándose muy afectados. Al volver ésta se alegraban genuinamente, se acercaban para el contacto físico y seguían explorando (1). La separación generaba protesta, la cercanía de la figura de apego les calmaba y podían establecer relaciones de confianza con extraños.

Observaciones realizadas en el hogar confirmaban que las madres de este grupo de niños respondían de forma sensible a las llamadas del niño, estando disponibles para cubrir sus demandas cuando era necesario. Para Aizpuru (34) el apego seguro se genera cuando se da en la figura de referencia, generalmente la madre, la sensibilidad necesaria, la capacidad de percibir e interpretar adecuadamente las llamadas del niño y la de responder rápida y adecuadamente, hecho que además reforzaría los lazos y las interacciones para ambos. Las características maternas de disponibilidad, capacidad receptiva, afectividad y correspondencia favorecen este tipo de apego (35).

Ainsworth creía que la respuesta sensible continuada y cotidiana de estas madres les había conferido confianza en ellas como símbolo de protección, por lo que el hecho de estar presentes en la Situación Extraña animaba a los niños a explorar los alrededores. Así mismo, la reacción a su salida y regreso evidenciaba la necesidad de los niños de mantenerse cerca de sus madres.

2. Niños de apego inseguro-evitativo. Este grupo de niños muestra un comportamiento independiente durante la Situación Extraña. Exploran libremente, y desde el principio de la prueba, los juguetes, sin recurrir a la madre como fuente de seguridad en ningún momento. Se mantienen aparentemente sin afectación al salir la madre de la sala y a su regreso la siguen ignorando, sin buscar su proximidad. No había protesta ante la separación, ni parecían necesitar, ni buscar consuelo de la figura de apego y sí se relacionaban con extraños.

Esta conducta independiente podría haberse interpretado como saludable. Pero, Ainsworth planteó que lejos de eso, este grupo presentaba importantes problemas en relación con sus emociones; “su desapego era similar al que manifiestan niños que han vivido separaciones difíciles” (1).

Observaciones en contexto natural permitían confirmar que las madres de este grupo no se mostraban tan sensibles a las demandas del niño, llegando incluso a rechazarlos. El niño inseguro busca inicialmente la proximidad de su madre y llora ante su marcha, pero las características maternas de actitud rechazante, frialdad e incluso evitadora del contacto (35) facilitan la reacción de evitación del niño. Estas madres pueden ser “sobre estimulantes e intrusivas” (34). “Ainsworth interpreta de forma general que estos niños comprendían que no iban a poder contar con su madre, por lo que su respuesta era de indiferencia” (1). Las vivencias previas de rechazo hacía que tendieran a negar su necesidad de proximidad y seguridad para evitar la frustración. El regreso de la madre tampoco modificaba esta respuesta.

3. Niños de apego inseguro-ambivalente. Este grupo apenas podían explorar por el malestar ante la situación. Presentaban importante preocupación y angustia cuando la madre se ausentaba y al regreso la conducta ambivalente estaba en primer plano, pasando del enfado y la evitación del contacto a la búsqueda del mismo. Mostraban protesta intensa con ansiedad y agitación ante la separación, con difícil consuelo en el reencuentro.

La observación de estas madres en otros contextos, corroboraba una conducta inconsistente, alternando calidez y frialdad, sensibilidad e insensibilidad. La atención a los niños era menos frecuente así como el inicio de interacción con ellos. Las características de inconsistencia y falta de sensibilidad generaba un comportamiento de inseguridad en el niño por dudar de la disponibilidad de su madre (35).

La contradicción en la conducta de estas madres llega a limitar las conductas de exploración por ser invasivas y obstaculizarlas, llevando a los niños a una falta de autonomía y una mayor dependencia. La respuesta del niño se puede entender como respuesta esta situación, ante la falta de disponibilidad de su madre elabora estrategias para captar su atención, incrementando incluso su dependencia para ello. Esto impide el normal desarrollo evolutivo.

4. Niños de apego inseguro desorganizado/desorientado. Se ha añadido un cuarto tipo de apego, que incluye características de los apegos inseguros, y que no podrían clasificarse en ninguno de los grupos anteriores (33,34). Se trata de un grupo de niños muy inseguros. En la Situación Extraña, al regreso de la madre se muestran confusos y ambivalentes, se abrazan a sus madres, pero se mantienen tristes o sin expresividad, pudiendo llegar a conductas desorganizadas de llanto, rigidez corporal e incluso estereotipias.

El patrón conductual presente en cada caso, con la Situación Extraña, se clasifica en una de las categorías definidas por Ainsworth y cols (12) y por Main y Solomon (33). Se añade la equivalencia de apego en la etapa adulta -tomado de Dávila (36)-:

  • categoría «A»: apego evitativo en la infancia. Apego rechazante en la edad adulta

  • categoría «B»: apego seguro en la infancia. Apego autónomo en la edad adulta

  • categoría «C»: apego ambivalente en la infancia, Apego preocupado en el adulto

  • categoría «D »: apego desorganizado-desorientado en la infancia, apego no resuelto en el adulto

EL MODELO REPRESENTACIONAL DE LA RELACIÓN DE APEGO. MODELOS OPERATIVOS INTERNOS (MOI)

a) Definición y características. Los modelos operativos internos (internal working model), MOI a partir de ahora, se pueden definir como representaciones, mapas cognitivos, esquemas y/o guiones que un individuo tiene de sí (como ente único corporal y psíquico) y del entorno (2).

Para Bowlby (2), el MOI es una representación mental de sí mismo y de las relaciones con los otros, que contendría las posibilidades de futuro acerca de los otros, de uno mismo, y de las relaciones que puedan darse entre ambos. Se plantea como una representación de uno mismo y de los otros, estructurada y organizada que incluye: a) Aspectos asociados a vivencias interpersonales y las emociones derivadas, y b) Procesos (gran parte de ellos no conscientes) que condicionan cómo se percibe, se interpreta y se recuerdan las experiencias.

Los MOI se generan en base a las relaciones de apego y su función es la comprensión de las acciones e intenciones de otros para orientar nuestra respuesta.

Peterfreund (37) explicaba que los MOI son una representación de las distintas experiencias vividas. Dentro de la teoría del apego los MOI hacen referencia al sistema representacional sobre uno mismo en relación con otros significativos. Dos criterios van a definir dichos MOI: por una parte, la sensibilidad y disponibilidad que se otorga a una figura de apego y por otra, el propio juicio sobre si se es merecedor de apoyo y ayuda (5).

Una parte fundamental de estos MOI, que incorpora cogniciones y afectos, es la conciencia de reconocer a las figuras de apego, el lugar en el que se encuentran y lo que se puede esperar de ellas. También incorpora conocimiento sobre sí mismo en la medida de ser valorado y querido por estas figuras. Esto constituye la base de la identidad, el autoconcepto y la autoestima.

Las distintas vivencias de relación con las figuras de referencia llevarán a diferentes representaciones mentales. De este cuidador podemos esperar tres posibles respuestas: 1) Sensibilidad, responde a las demandas del niño y está disponible, en cuyo caso se dará un apego seguro; 2) Insensibilidad, no hay respuesta ni disponibilidad, pudiendo generarse un apego inseguro-evitativo y, 3) Imprevisibilidad, sólo ocasionalmente se atiende la llamada del niño, por lo que le conduciría a un apego inseguro-ambivalente. Estas representaciones también pueden surgir ante la ausencia de interacción, donde lo prioritario es la falta de respuesta.

El MOI va a condicionar los modos de relación del individuo. Si en los primeros años se dio un apego seguro, podrá mostrarse abierto y confiado en las relaciones que establezca, si por el contrario, las experiencias de apego fueron negativas no esperará nada bueno de las relaciones con otros. Esperará que se reproduzcan situaciones de rechazo o de falta de empatía como en sus primeras interacciones. Algunos autores (8) hacen hincapié en la relevancia de estas primeras vinculaciones en la futura vida relacional del adulto.

Los conceptos de MOI y representaciones de self y del objeto son muy similares. La expresión modelo operativo se usa para hacer alusión a todas las representaciones mentales existentes del mundo y de uno mismo que se van generando a lo largo de la experiencia vital. Los modelos de uno mismo incluyen los conceptos de ser amado y apreciado que confluye en lo que denominamos autoestima. Asímismo, debe darse la conciencia de ser uno, diferenciado y separado del medio, identidad de uno mismo, de la continuidad del tiempo y de conocimiento propio.

Los MOI empiezan a organizarse desde los primeros meses de vida, surgen de la interrelación con los otros que están alrededor; fundamentalmente, surge de la confianza sobre lo aceptado y aceptable que se es para los otros, en estos primeros momentos, lo bueno y valioso que se es para las figuras tempranas de apego.

Los MOI son muy estables, pero no estáticos. A lo largo de la vida seguirán siendo interpretados y remodelados. La relevancia de estas primeras experiencias afectivas radica en la influencia que tienen en la posterior manera de ver y experimentar el mundo. Estos primeros MOIs van a condicionar la elaboración de modelos posteriores (5). El niño que cuenta con figuras fiables y disponibles, que responden, desarrolla una buena representación de sí, valioso y aceptable. El que, por el contrario, carece de ellas desarrolla una negativa visión de sí mismo, sin valor, sin aceptación.

Cada uno descifra la información recogida de diferente manera, con una selección y proceso de la misma individualizado que dará lugar a nuestra propia visión del mundo, nuestra realidad personal e individual. Las interpretaciones que hacemos hacen que los datos del exterior y del interior tengan un significado para nosotros. Organizamos el mundo a través de nuestros MOI, pudiendo imaginar posibilidades y contextos diferentes y valorar las consecuencias de las decisiones a tomar (37).

Nunca somos completamente imparciales para analizar una situación concreta, ya que el aprendizaje y bagaje personal nos condicionan. Los modelos de los demás y de uno mismo se van elaborando durante la vivencia de situaciones que son importantes para el apego, en las cuales las emociones van a estar muy presentes. Las vivencias, y sus representaciones, pueden ser obviadas de forma defensiva, generándose así modelos que no se corresponden con la realidad y dando lugar a comportamientos inadecuados, incluso, patológicos (29). Un indicador de buena organización de representaciones mentales es el grado de coherencia con el que narran las propias relaciones de apego (2).

A pesar de que los MOI son personales, como representan la “realidad” desde la perspectiva individual y en el contexto de la propia historia, con sus interpretaciones y significados, también son compartidos parcialmente, ya que estas representaciones y significados se crean en las interacciones con las figuras de apego y con los otros. El proceso evolutivo normal prepara al niño para esperar una respuesta de los padres a las señales de apego; si estos las ignoran, se interpretará como un rechazo hacia el niño, expresado como “no es aceptada tu demanda, no eres válido”. Si estas respuestas son consistentes y mantenidas en el tiempo, se generará un modelo interno que se traduce en “mis necesidades no son relevantes”. Así se entiende la importancia que tienen las relaciones de apego, y los significados derivados de éstas, en el desarrollo de modelos internos sobre uno mismo en relación a la figura de apego principal (38). Los MOI se regulan de forma equilibrada, permitiendo que pueda mantenerse la relación afectiva entre límites de disponibilidad y proximidad.

Main, Kaplan & Cassidy (34)  describen los MOI relativos al apego como un grupo de normas conscientes e inconscientes que ordenan la información importante sobre la relación de apego y facilita el acceso a la misma. En el caso de apego seguro, estos modelos internos van a influir no sólo en sentimientos y comportamientos, sino también en cogniciones, procesos atencionales y de memoria ligados al apego.

En esta línea, tal y como plantean Weinfield et al. (39), para Bowlby, que focaliza la atención en los MOI como modelos de creencias y posibildades de uno mismo en relación con otros, la principal área influenciada a medio- largo plazo por las relaciones de apego va a ser el autoconcepto propio y en relación a otras figuras importantes, que a su vez va a condicionar la manera de relacionarse, siendo muy evidente la afectación de ámbitos específicos de ajuste y desarrollo personal como depender de otros, tener confianza en sí mismo, presentar malestar y dificultades interpersonales, todo ello relacionado con la disregulación afectiva.

b) La construcción de los modelos operativos internos de la relación de apego. Bowlby (13), afín a Piaget, considera que el niño empieza a tener la capacidad de entender las relaciones (interacciones que se repiten con figuras de apego) cuando se encuentra en la etapa sensoriomotriz de su evolución, presentando ya una primitiva representación del self y del otro, lo que le permitiría reconocer patrones de interacción y hacer previsiones de lo que la figura de apego hará (34).

Investigaciones sobre los MOI han posibilitado comprender cómo surge la secuencia en el desarrollo de las representaciones mentales, siendo de actos a imágenes y de imágenes a palabras, de patrones motores preoperacionales a patrones simbólicos, representándose a sí mismo, al otro y la interacción generada. Las relaciones e interacciones afectivas serán las bases para el desarrollo de los MOI que, a su vez, se relacionan con la capacidad de regulación afectiva del niño y futuro adulto (3). Stern (40) postuló el concepto de “Representaciones de Interacciones que se vuelven Generalizadas”, a partir de ahora RIGs (Representation of interactions which become generalized), con el que se resume el conjunto de experiencias mentales del niño en relación con las personas que le cuidan. Cuando se experimentan interacciones, concretas y sensibles, de forma repetida se desarrollan representaciones de interacciones que se generalizarán posteriormente. Las RIGs no son recuerdos propiamente, sino promedios sacados de las interacciones con las figuras importantes, pero que se activan ante una situación que sí es real, recreando una versión de la experiencia vivida. Para Stern, un MOI está formado por muchos RIGs y vendrían a ser emociones preverbales, equivalentes a constructos cognitivos de guiones verbales.

Para Bowlby el concepto de MOI va ligado íntimamente a los sentimientos y a la motivación, no pudiendo entenderse al margen de las mismas, ya que son parte integral de estas representaciones. Cómo evaluamos e interpretamos una situación concreta va a condicionar cómo nos sentimos (4). Una vez creados, los MOI tienen entidad propia fuera de la conciencia y pueden existir varios modelos de lo mismo (de uno mismo, de otras personas) a la vez, pudiendo sintetizarse, integrarse o mantenerse al margen. La diferencia entre los distintos modelos existentes de una misma figura de apego está en el origen, importancia y grado de consciencia que el individuo tiene de ellos. Que se defina o no un apego seguro va a depender de la calidad que predomine en estos modelos (2).

Es precisamente la definición de los MOI  la que explica el motivo por el que el apego va más allá de la mera protección y seguridad ante los peligros. La continuidad y estabilidad de estos modelos explica la internalización de los distintos patrones de apego (con sus diferentes formas de regulación emocional) en base a las experiencias de interacción repetidas entre el niño y la figura de apego principal. Los niños pequeños pueden experimentar emociones, pero no son capaces de alcanzar un estado de equilibrio, ya que no disponen de herramientas para ello y no pueden regular la intensidad, frecuencia o duración de estas emociones (41). Para desarrollar el equilibrio emocional el bebé precisa tener una relación estable, consistente, sensible y disponible con su figura de apego principal (42). Si lo miramos desde una perspectiva relacional, el apego es básicamente una forma de acompasamiento comunicativo, en la conexión madre-hijo se da el reconocimiento de los estados internos del bebé y se responde adecuadamente a ellos, favoreciendo y reforzando la conexión (43). Este clima de sintonía y resonancia afectiva es muy relevante en el desarrollo cerebral y crea la base para los ajustes de todas las interacciones sociales futuras (41). Para que se de calidad en el vínculo parecen más importante las características comunicativas de la relación madre-hijo que las propias características individuales de temperametno/personalidad de los mismos (44).

La internalización de los MOI condiciona la percepción de seguridad que tienen los niños de poder contar con sus figuras de apego en los momentos en los que presentan emociones intensas de malestar, el grado de disponibilidad de las figuras de cuidado cuando se les necesita, va a favorecer que los niños puedan hacer una previsión de las respuestas que pueden obtener. Este proceso va a permitir también el reconocimiento de sus figuras de apego como personas independientes, con sus propias necesidades, sentimientos, pensamientos y deseos (2).

Dos criterios van a ser fundamentales en la generación de los modelos internos: la representación de la figura de apego, con su disponibilidad y sensibilidad para responder adecuadamente y dar protección y seguridad, y la representación de sí mismo como persona merecedora de protección y ayuda. Los MOI no sólo se crean en presencia de la figura de apego, sino que precisa también de los esfuerzos realizados por el individuo para acabar con la separación y también de las reacciones emocionales adaptativas ante la separación (5, 46).

Las conductas de apego se activan en función de la evaluación del entorno que haga el niño, teniendo como resultado una experiencia subjetiva de seguridad o de todo lo contrario. El niño precisa que se mantenga una constancia objetal que le permita percibir el mundo como “estable en el tiempo e independiente de él” (9). Las representaciones del mundo se dividen en: 1) “representaciones de primer orden”, objetos y figuras significativas en contexto estable; las figuras de apego son consideradas como seres intencionales, esto permite que el niño tenga su propia experiencia interna, se comprenda a sí mismo y a los otros como seres con intenciones y cuyas conductas están dirigidas por pensamientos, emociones, creencias y deseos (45) y 2) “representaciones de segundo orden” que se originan cuando el niño comprende el mundo de las relaciones como un mundo cargado de intenciones y recíproco, esto empieza a suceder sobre los 9 meses. Se inicia el uso de símbolos que posibilita que se perciban y se integren los diferentes modos de interacción y la extrapolación de estas interacciones en otros contextos, creándose el espacio necesario para el desarrollo emocional y psíquico del individuo (45).

Fonagy (9) crea el concepto de función reflexiva, que es la capacidad de comprenderse en téminos de estados mentales y tiene el objetivo de prever y dar significado a las reacciones de los otros. A esta función se le conoce como mentalización o teoría de la mente, permite entender la conducta propia y la de otros como estados mentales. Se trata de una función cognitiva compleja que realiza inferencias de los estados mentales, propios y ajenos, que requiere la capacidad de autorreflexión y la de relación interpersonal para conseguir diferenciar las distintas realidades, interna y externa, y a su vez de la ficción y de los procesos mentales y emocionales presentes en la comunicación entre individuos.

“Los progenitores que poseen una alta capacidad reflexiva son capaces de proporcionar un apego seguro, ya que entienden bien sus propios estados emocionales, y regular sus emociones así como las de sus hijos. No existe gran distorsión en las comunicaciones realizadas en este contexto” (9). Según Fonagy, el nivel más desarrollado de la función reflexiva sólo se da en el contexto de relaciones de apego seguro.

Pinedo y Santelices (46) resaltan que, para que la teoría de la mente se convierta en modelo interno, es muy importante la participación de las figuras de apego centrales. Estos adultos responden a las demandas del niño desde sus propios modelos internos. Así, por ejemplo, la representación materna sobre el afecto del niño es representada, a su vez, por el niño y organizada, por éste, bajo su propio MOI.




CONCLUSIONES


A modo de conclusión exponemos que la teoría del apego, desde el punto de vista actual, confirma que un apego seguro, con una figura central presente y receptiva, conduce a un correcto desarrollo del bebé, especialmente a nivel cognitivo (47).

Conceptos importantes a tener en cuenta son:

  1. El apego es la primera relación del niño. Se entiende que la figura de apego con la que se genera este vínculo es estable y se muestra receptiva a las señales del niño.

  2. El proceso de apego inicial va a condicionar todas las futuras interacciones y relaciones afectivas que construyamos durante la vida.

  3. El apego a las figuras significativas permanece durante toda la vida.

  4. Las interacciones con las figuras importantes en los primeros años van a dar lugar a los MOI, que son representaciones, del mundo y de nosotros mismos, construidas en el contexto de las experiencias vividas y las cuales van a marcar el patrón de cómo se experimentará el mundo posteriormente. Las posibles respuestas del cuidador principal generan las distintas formas de apego, siendo el elemento determinante del mismo la sensibilidad para captar y responder a las señales del niño de la figura de apego. Los distintos tipos de apego se relacionan con las respuestas y reacciones que se dan en las relaciones que se crean, y que pueden ir desde las más adaptativas a las más patológicas, en función del apego existente (47).


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